¡A casa! de Vladimir Maïacovski

¡Pensamientos,
volad a casa!
Alma,
abrázate con las honduras del mar.
Aquél,
que todo lo ve constantemente claro,
ése,
a mi juicio,
es simplemente un tonto.
Yo estoy en el peor camarote,
de todos los camarotes,
Toda la noche,
encima mío,
golpean con los pies.
Toda la noche,
indignando la tranquilidad del cielo,
se agita el baile,
y gime la tonada:
«Mariquita,
Mariquita,
Mariquita mía,
por qué,
Mariquita,
ya no me quieres más…»
¿Y para qué tendré yo que querer a Mariquita?
Yo,
no tengo francos,
y a Mariquita,
con sólo un guiño,
y por cien francos,
te hace pasar al camarín.
Con poco dinero se arregla,
ella sólo vive para el «chic».
Pero algún intelectual,
moviendo algo su cabellera sucia,
le conseguirá una máquina de coser,
para coser,
la seda de sus versos.
Los proletarios,
vienen al comunismo,
desde abajo,
desde los bajos,
mineros,
de la hoz,
y el martillo.
Yo,
me arrojo del cielo poético al comunismo,
porque sin él,
no tengo amor.
Da lo mismo,
que yo mismo me deporte,
o me envíen al diablo.
Se oxida el acero de las palabras,
el cobre ennegrece con el tiempo.
¿Para qué debo pudrirme,
y oxidarme,
bajo estas lluvias extranjeras?
Estoy aquí,
en viaje entre las aguas,
con pereza,
pasa el tiempo,
casi no muevo los resortes de mi máquina.
Yo, en realidad,
me siento una fábrica soviética,
que elabora dicha.
No quiero,
que a mí,
como florcita,
me arranquen del campo
después de horas de penosa labor.
Yo quiero,
que sude el gobierno en debates,
dándome encargo para un año.
Yo quiero,
que el Tiempo,
mi comisario,
ordene mi mente.
Yo quiero,
que más que un sueldo de especialista,
me entreguen el aplauso del corazón.
Yo quiero,
que al fin del trabajo,
el consejo de fábrica,
regule mi razón.
Yo quiero,
que la pluma,
se equipare a la bayoneta,
que del trabajo de hacer versos,
como de la producción del hierro y acero,
haga informes en el Ejecutivo,
el camarada Stalin
diciendo:
Hemos superado el nivel,
de las más altas normas para hacer versos,
sobrepasando,
la producción de anteguerra,
en todas las Repúblicas de la Unión Soviética.

Escrito en el año 1925, en viaje de regreso de Nueva York a Moscú.

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