Qué mucho que en tus lámparas, oh Vesta,
la casta luz tus vírgines desamen,
si en una tiene concubina el flamen,
fuego vecino por lo menos tuesta.
Y ella hace ostentación de tan honesta,
que siempre que ante Séneca la llamen
pasará sin temor por el examen
de recoger el agua en una cesta.
¿Es posible que al cómplice estupendo
le admitan sin horror las aras pías
que han recibido dél tantas injurias?
A Júpiter al fin yo no lo entiendo:
él castiga con rayos niñerías
y solapa sacrílegas lujurias.
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