Cuatro muros de cal, libros, y una
ventana al campo, y en la lejanía
las montañas o el mar, y la alegría
del sol, y la tristeza de la luna:
eso a mi eterna laxitud moruna,
para vivir en paz le bastaría…
¡Bien poco es lo que pides, alma mía,
pero menos te ha dado la Fortuna!
Échate, alma, a recordar… ¡Infancia
sin madre, adolescencia sin amores,
juventud sin placer!… ¡Así has vivido!…
¡Y ahora, un caduco otoño sin fragancia,
un pálido luar sin ruiseñores,
y un amor imposible sin olvido!
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