Guardiana de los libros: Ya cerrados
los fríos brazos de brillante acero
quietas las ruedas. Fijos y callados
los goznes rechinantes, mustio el cuero.
Evocadora fiel de los cuidados
últimos del vivir bajo el alero
que guarda imagen, risa y ceño amados,
postrer amor que siempre fue el primero…
Descansas hoy, el freno detenido,
más bien paralizado tu crujido
en el ir y venir de aquella mano
que dejara su huella en el gemido
del dolor y el placer de haber vivido:
espejo del final de un ser humano.
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