Una tierra devota, madre,
un vientre para la miel de lo perdido,
tierra de todos
en el insbrik, cobre esbelto donde la espuma
multiplicaba tu rostro.
Busco la duración y no aparece.
Veo desplegarse la oscuridad
labrada
desde un brillo solitario.
Surgen en mi incertidumbre
muertas
un puñado de hojas grises.
Las formas ceden a lo inmóvil:
humo obstinado en engarzar
las perlas.
Sangra en el vidrio, astillada,
la claridad.
Ráfagas,
hojas
y el blanco templo
de muros que se esfuman.
La memoria de los sueños
son rosas que te salvan,
noticias que traen los pájaros cuando es preciso
despertar sobre la rota espuma.
La melancolía es destino
diciéndonos lo que no somos:
un huerto tejido de sombras,
la cicatriz de la tarde,
el rostro que lucha por saber quién fue.
En el portal
los pájaros recuerdan
el viaje
-y sin embargo
temo perder lo que de ti queda cuando te vas.