¿A qué apenarse tanto por las pequeñas cosas?
Guardemos el pesar para lo irreversible.
Si se olvidan los besos y marchitan las rosas,
soportemos la vida, con ánimo apacible.
Vistámonos con alas de etéreas mariposas,
soñemos en lo alto la cumbre inaccesible,
que dejando detrás ideas enojosas
la vida cotidiana será más accesible.
Aceptemos un mundo que sea conciliable;
un solo hecho cuenta carácter trascendente:
el hecho de no ser, un día, de repente,
y de decir adiós a todo lo mutable,
viviendo en armonía, tratando que no estorbe
nada de lo minúsculo, ante el girar del orbe.
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