A qué esta sinrazón y este deleite,
qué sabia languidez me ocupa el alma
de fértiles lloviznas y de lucios
calmados en las llamas del crepúsculo.
A qué este azul litigio de la tarde
me lleva hacia los pájaros cansados
que buscan las higueras en las sombras
dormidas por el láudano del tiempo.
Yo, histrión sobre el triclinio recostado,
engullo mieles y uvas de calendas,
me absuelvo en el silencio etéreo y negro,
en cándidas sonrisas de vestales.
De euménides un rito me acrisola
en urna de cristal y cadmio blanco.
No sé qué piedras ávidas de muerte
me muestran las necrópolis hambrientas.
Añadir un comentario