Yo vi al amor comprar papel sellado
para matricularse por novicio
allí donde ni el arte ni el oficio
vieron jamás papel enamorado.
Raro aprendiz, alumno aventajado,
llenó con su esperanza el edificio
humilde y escolar, pero propicio
a jugar con lo vivo y lo pintado.
Cuando le vio llegar, el viejo Apeles,
tras de cambiar las flechas por pinceles
de los ojos de Amor desató el velo.
¿Quién pudo sospechar lo que vería?
Mandi, que estaba allí, sí lo sabía:
mi corazón sirviendo de modelo.
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