La tarde entra pronto en la cocina:
a eso se reduce el misterio
cada día.
También hay razones suficientes
Para pensar en la inútil existencia
del párpado que cae
y ensombrece las pupilas.
Hay sueños que se olvidan.
Otros se insinúan solamente.
Algunos apenas se perciben.
Casi todos se terminan.
Los más se derrumban sin fortuna,
-inútilmente-.
Al final del día descansa la noche,
soberbia,
pero herida de muerte.
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