Resultará forzoso el cruel alejamiento
y habrá que decidirse, como lo inevitable,
lo mismo que aceptamos la violencia del viento,
el rugido del mar o el tiempo inexorable.
Habrá que tener ánimo en el fatal momento
para abdicar de todo lo que nos fue agradable,
y saber resignarnos en el recogimiento
con el gesto tranquilo ante lo inapelable.
Los ojos en el cielo, frente al azul del día,
serán dulce consuelo las venturas de otrora
el hogar de la infancia, juventud, poesía,
y al alumbrar la luna, al filo de la sombra,
tendré la paz ansiada, y llegará la hora
en que cerca de Dios, tan sólo a Dios se nombra.
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