Encontré el soneto sobre mi cama.
Un olvido, aparentemente.
Lo he leído a algunos amigos
y me dicen que no lo publique,
que en realidad no esmío,
que no puede serlo,
que lo será algún día…
Aseguran que me estoy plagiando.
‘¿Admitirás que lo escribió ella?’, me preguntan.
Ella. Ella. Ella. Ella. Ella.
El eco es atroz.
Pero el soneto es tan mío como siempre:
‘Algarabía cruel de los gemidos -dice el primer verso-,
mi sombra acude -(¿Ven cómo si soy yo?) -. Fuga de los años.
Recuento proverbial de mis engaños.
pereza de la tumba. Mis latidos. (Hablo de mí, ¡de mí!).
Hemisferio de rastros encendidos -reza el segundo cuarteto-.
Absurda beatitud. Molestia. Daños. (Es mi estilo, sin duda).
Paz en las huellas. Vínculos extraños.
Gorriones sin hogar y enfurecidos.
(Ella no pudo escribir algo así).
Maravilla. Pasión devoradora.
Karma de sal. Presencia de la vida. (Es mi sabiduría).
Ritmo. Restauración. Rencor. Aurora.
Rúbrica de la forma. Luz sin brida. (Un verso demasiado mío).
Esencia inaugural. Moral perdida.
¡Secuencia de una lógica inodora!’.
…….
Bien. Admito que algunas imágenes son suyas.
¡Pero la idea es mía!
Además,
ella piensa que escribir sonetos es una mariconada.