Qué extraño ese viajero.
Atraviesa los prados bajo su vellón
con el hatillo al hombro. Se detiene
junto a las matas, con mirada triste,
o tal vez la tristeza
no es otra cosa que el reflejo
de este sol invernal
tropezando en los picos
yendo a morir sobre su rostro,
gota a gota, tal vez,
una mirada frágil,
sin expresión. Difícil describir
tanto silencio junto. El hombre
no se mueve. Un aire cruza
golpeando el rocío con delicadeza.
A lo lejos se ven las montañas del sur,
como un perfil borroso
donde a veces la lluvia y los tornados
son como tú, suceden.
Al fin se ha puesto el sol
y una neblina cubre los matojos.
Qué extraño ese viajero.
No escucha lo que digo, ni se
mueve. Mira la hierba
bajo sus pies, tan sólo
mira la hierba, inmóvil
bajo sus pies. No dudes
de mí. Yo no podría
imaginarte, ahora,
cuando la noche sólo ha comenzado.
Alguien tal vez allá, montaña arriba de Jenaro Talens
Añadir un comentario