Como nada gloriosos combatientes
de una guerra perdida, regresáis,
imágenes de mi sesenta y ocho.
Praga pillaba lejos,
no muy cerca París.
La vida me arrastraba de la mano
hacia un verano gris.
Recuerdo un año cruel:
el despertar de un sueño de bonanza católica
y de jardín inglés.
Y, creo haberlo dicho, París ni lo pisé.
Nunca pude llevarme
por delante un adarme
de gendarme.
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