Viento, viento de nuevo en la tarde de octubre.
Mirando la calle pensaba en la muerte.
La muerte y él. Dos trazos paralelos
que no habrían de cruzarse
ni en el más improbable infinito.
Los fármacos, la fiebre, la tos.
La ventisca, la hojarasca.
Las convulsiones de fuera y las de dentro.
Señales de vida tan ciertas
como el viento en la tarde de octubre
y ese olor a almendras amargas en su alcoba
antes y después de su fallecimiento.
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