Un esplendor oscuro bajo el deleite de profanarte
esta noche de cristales de algún fulgor desamparado
sobre la súbita espesura de tu más profunda carne.
La inocencia es el licor que, sorbo a sorbo, embruja las manos
sin otro ultraje que el más profano silencio de buscarte.
Una misma pasión de hervorosos tigres de luz y mármol
cazando en el fino fermento de la luna una oración
que nos da, grávidos de muerte, su pureza más atroz.
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