Ana de Alberto Ángel Montoya

He vuelto al puerto tropical que un día
miró el reposo de mi sed liviana
bajo la sombra de tus brazos. Ana,
tu boca era una fruta al medio día.

Después amor y estío en romería.
Viajes por hielo en el borgoña grana.
Y tras el vino, la caricia vana.
Mío el desdén y tuya la porfía.

Hoy de otro cuerpo mi placer se ufana.
Al «Café de los guamos» todavía
llega en vinos nocturnos la mañana.

Pero un dolor invade mi alegría:
no haberte amado cuando fuiste mía
y amarte ahora que te sé lejana.

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