Ya no te acercas como antaño, cuando el azulejo
ahuyentaba la muerte de las ramas del sauce
y en silencio las vegas del río nos guardaban
de la noche despoblada y el espanto.
Tu hermosura aparece cada vez más breve
y tus voces no se oyen por el verde de los montes.
Aquella mirada de caminos de tierra y calles
sin asfalto, no reconoce los temores de este cuerpo.
Vives la distancia que se desplaza hacia el olvido,
el instante en duermevela, la disolución de todo anhelo.
Donde era claridad que no perece, se estrecha
la confusión dilatada y el llanto.
Ya no te acercas y, a oscuras en la niebla,
sentimos la mudanza insensible de tu paso.
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