Para empezar
tenés el corazón al centro, te has
rizado la barba y usas ropa
de un color chillante.
Que en ese corazón enzarzado
cabemos todos, dicen.
Mis tías monjas llevan caritas tuyas
en sus bolsas
junto a los dulces y la imagen
de tu mamá.
Afortunadamente, digo, hemos
podido reducirte para llevarte en el
bolsillo, con toda comodidad.
A mis cinco años me dijeron
que eras una foto de Dios,
razón por la que te incluyo
en mi álbum.
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