Y llegaban las lluvias a los patios dormidos,
las cigüeñas se iban y volvían los vientos,
regresaban las sombras a las tapias desnudas
de los domingos largos. Era un frío callado
en las aulas. De nuevo las estampas de fútbol
en el álbum, el miedo de los lunes oscuros,
de la iglesia, el silencio de los libros de Historia,
los tebeos, los cuentos, los primeros cigarros
que sabían a cine, a crepúsculo y pájaros.
Y llegaban las lluvias, y la niebla en los pinos,
y noviembre, y las dalias, y mi madre cosiendo,
y mi hermano jugando a la luz de la alcoba,
y mi padre en la sala con la radio. Y la tarde
que sabe a chocolate y huele a pegamento.
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