Vienes con el amanecer
o ya estás, estás sentado aún con las estrellas
en el duro escalón del arriate
donde encañados crecen los guisantes de olor
y el botón estallante de la amapola india,
el pequeño dominio urbano de tu siembra.
¿Alguna vez pensaste que te ornarían los brotes,
los tanteantes pámpanos prensiles,
en caligrafía de dibujo sobre la fúnebre pizarra?
Inmóvil no suspiras,
pensativo y doméstico dios menor y guardián,
sólo atento a la losa que tu nombre proclama
y tu derecho:
Abraham Higgins, proprietor. 1876.
Vendido el predio,
la actual dueña intrusa a sabiendas te ignora
tal no repara en el caracol de zurrón deslizante,
vulnerando tu espacio de armonía
tendaleras con prietos calcetines de lana
de su amante galés, beodo y rojo.
En el prerrafaelista clarear de la luz
la malvarrosa yergue sus ásperos papeles
y sólo yo te veo, accidental huésped de semana,
de bed and breakfast.
Cuando regrese al fuego suicida de mi patria
definitivamente tú habrás muerto.
Antrim road de Pablo García Baena
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