Una avioneta blanca sobrevuela la costa
con su estela de lona casi en blanco.
«Anúnciese en el aire». Desde el apartamento
los parasoles verdes, naranjas, morados
hacen que el mar se vista a estas alturas
una túnica pop. Se hunde aquel barco
centímetro a centímetro, sus tribales quehaceres
de antigua pesquería. Este verano
nos deslumbra el blanquísimo poliéster
de un yate sobre el puzzle inacabado
de un movedizo mar turquesa, malva.
Descienden las gaviotas. ¿No está la vida acaso
bajo un inmenso toldo de luz que la protege
del ardor del vacío, de su abrazo
de las ondas violetas de la muerte,
de su quehacer tribal, del viejo pacto?
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