Donde el poeta pide a la amada que no se ruborice por el motivo de su soneto
Aquí palomas pares y gemelas
una mañana se posaron. Mira
cómo mi mano torpe se retira
cuando con tu desdén las arcangelas.
Dije palomas. Pero no: gacelas
debí decir. ¡Qué bosque de mentira
crece ante mi mirada que delira
viendo que de mi mano ni recelas!
¿Gacelas? Pues acaso no acertara.
Mejor claras colinas donde asomas
la total granazón de tus veranos.
Quemaran y en su fuego me quemara.
Mátame amor, mas vengan tus palomas,
gacelas o colinas a mis manos.
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