Como alada columna de templo ungido a Príapo,
La irisada serpiente, en sonido de liras
Y de flautas, se eleva hasta alcanzar la luna
Y penetra con furia su lúbrico cadáver.
Tensado por el fuego sepulcral, en el ápice
Del más perverso orgasmo, aboca sobre su útero
Una candente esperma de agresivos fulgores
Que ciegan la razón y hechizan los sentidos.
El desnudo salvaje de la noche, violando
La virginal herida que amanece en los cielos,
Impide, con la líquida luz negra de su ser,
Que el cuerpo imaginario sea el cuerpo real.
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