¡Ay, sabrosa ilusión, sueño süave!,
¿quién te ha enviado a mí? ¿Cómo veniste?
¿Por dónde entraste el alma o qué le diste
a mi secreto por guardar la llave?
¿Quién pudo a mi dolor fiero, tan grave,
el remedio poner que tú pusiste?
Si el ramo tincto en Lete en mí esparciste,
ten la mano al velar que no se acabe.
Bien conozco que duermo y que me engaño,
mientra envuelto en un bien falso, dudoso,
manifiesto mi mal se muestra cierto.
Pero, pues excusar no puedo un daño,
hazme sentir, ¡oh sueño pïadoso!,
antes durmiendo el bien, que el mal despierto.
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