Balada de la cárcel de Reading de Vladimir Maïacovski

«Recuerdo, estuve de pie,
tenía ese brillo, y esto,
entonces se llamaba el Neva.»
(El Hombre» de Mayacovski)

Balada de baladas

No es muy novedoso el compás de las baladas,
pero sí duelen las palabras,
de lo que les duele,
las palabras hablan,
entonces rejuvenece el compás de las baladas.
Fue en el cruce de Lubiánski¹
y Vodopiany ²,
El cuadro era éste.
Y este era el marco.
Ella está en la cama,
está acostada.
Él sentado,
y sobre la mesa el teléfono.
«Él y Ella»,
esta es mi balada.
No soy muy novedoso.
Lo terrible es,
que «él»,
soy yo,
y «ella»,
es mía.
¿Qué tiene que ver la cárcel?
Es Navidad.
Están de fiesta, están de jarana.
Pero la ventanita de mi cuarto,
tiene rejas.
Eso no importa,
yo les digo,
es una cárcel.
Tengo una mesa,
sobre la mesa una pajita.
Los cables,
transmiten un
número.
Toqué apenas el tubo del teléfono,
y se me cayó el tubo de las manos.
Es de origen fabril,
dos agujas brillantes,
iluminan el teléfono.
Desde el cuarto vecino,
se oye la voz dormida:
-¿Quién es?
¿De dónde llaman?
El timbre arde de tanto chillar,
está candente el aparato,
y grita:
-¡Está enferma!
¡Está acostada!
¡Corre!
¡Rápido!
¡Es hora!

¹ Calle donde vivió el poeta.
² Idem.

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