Tanto pugnar por definir la vida,
tanto por detener el tiempo breve
por sostener el pulso que nos mueve
por dejar testimonio de la huida.
Y ver la primavera malparida
o el verano febril que nos remueve,
el otoño temblón que nos conmueve
y el invierno en su muerte desceñida.
Después, hacer balance de improviso:
el recuento de pasos, el minuto,
ayer como hoy relámpago sumiso.
Y pagar de rodillas el tributo
que se nos cobra en término preciso
al desprender de la carroña el fruto.
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