Ahora ocultas con cremas
y ungüentos extranjeros
las heridas que el tiempo
ha dejado en tu cuerpo
y muestras orgulloso
las oscuras y densas cicatrices del alma.
Se ve que eres novicio
en el arte de tal ocultamiento
e ignoras que es difícil esconder la vejez,
que las arrugas se ven aunque tapadas
como también se ve la decadencia,
la sombra por tus ojos
y el delicado olor a viejo que nace de tu aliento.
A nadie le interesan las lesiones del alma
si el cuerpo apuntalado carece de equilibrio.
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