Por qué seguir entregando las palabras del propio porvenir
ahora que toda palabra hacia lo alto es boca ladradora de
cohete, ahora que el corazón de cuanto respira es caída
hedionda?
Para que puedas exclamar en un soplo: «¿De dónde
vienes, bebedora, hermana con las uñas quemadas? ¿ Ya quién
satisfaces? Nunca hallaste albergue entre tus espigas. Mi guadaña
lo jura. No te denunciaré, yo te precedo.»
Versión de Jorge Riechmann
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