Despertó Jacob de su sueño y dijo: «O
sea que Yaveh se halla en este lugar. Y
yo andaba sin saberlo.» Luego, asustado
prosiguió: «¡Qué temible es este lugar!
¡Aquí está, sin duda, la casa de Dios; aquí
está la puerta del cielo» Al alba, Jacob se
levantó, tomó la piedra de la que había
hecho su cabezal y derramó aceite sobre ella.
Y llamó a aquel lugar Bethel…
Allana, ortiga, el enemigo valle.
Murmullo solo de enlutado, ay, loro
ora que el hoyo de aleluya estalle.
Halle el caudillo su final desdoro.
A un sofle fust tot perdu:
cuando la orina de algún niño acalle
la parda pompa de este pompo coro.
Del arco corres, pues corrupta herida
veda la risa corroyendo el ceño
si hace mudanza no letal tu brida
ayer cautiva por cautivo ensueño.
A un sofle fust tot perdu:
Cuando la airada Babilaña pida
helechos, leches, coliflor sin dueño.
El esqueleto volador rabudo
robusto honor por sorda ausencia ha roto.
No pasarán. Pero el solemne embudo
a cada larva le rapiña el voto.
A un sofle fust tot perdu:
Cuando los huesos del tapir que anudo
sean lascivia para terco choto.
Exhuma, oh templo, tu abultada espuma
al pocho día de plumaje grave,
y venza o coma la esperanza suma
carcoma, roncha y cuajarón süave.
A un sofle fust tot perdu:
Cuando el pepino prominente asuma
rajar la crisma de la misma hoy nave.
Fulgores de basílicas mayores
cierren -y cruz y raya- el desvarío.
Ruinas de mármol, orinal de honores,
de tripas corazón y siga el lío.
A un sofle fust tot perdu:
Cuando la mano, sin decir ni pío,
tache la noche. (Coridón, no llores.)