Duerme tranquilamente que viene un sable
a vigilar tu sueño de gobernante. 
América te acuna como una madre
con un brazo de rabia y otro de sangre. 
Duerme con aspavientos, duerme y no mandes
que ya te están velando los estudiantes. 
Duerme mientras arriba lloran las aves
y el lucero trabaja para la cárcel. 
Hombres, niños, mujeres, es decir: nadie,
parece que no quieren que tú descanses. 
Rozan con penas chicas tu sueño grande.
Cuando no piden casas, pretenden panes. 
Gritan junto a tu cuna.
No te levantes aunque su grito diga: «Oíd, mortales». 
Duermete oficialmente, sin preocuparte,
que sólo algunas piedras son responsables. 
Que ya te están velando los estudiantes
y los lirios del campo no tienen hambre. 
Y el lucero trabaja para la cárcel.
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