Canción del escriba de pie (10-11) de Saúl Ibargoyen

10

‘Eres perfecto en el interior
de tu apartado corazón:
en él estuvo desde el inicio
la acostumbrada carne
en él se reúnen todavía
la piedra y la sombra
en él continúa asentándose
tu muerte de ayer.
Mientras la misma barca conducida
por cambiantes remeros
como un camello del agua traspasa
las venas del Nilo celeste
y abre los arenales donde aúlla
el hambriento escorpión
y el lagarto recoge sus patas calcinadas.
Eres perfecto como un estandarte
que señala el sitio de la guerra:
eres exacto como cada rueda
de cada carro fabricado
para el veloz combate y la traición:
eres intocable porque te sientas
a la orilla izquierda
del padre de todos los ríos
del padre que lanzara su esperma
en medio del caudal
que con él mismo creció.
Y así viste flotar la verdosa dolencia
del agua inmortal
y las plumas ahogándose
y los peces envejecidos
y el cocodrilo supliciado
y los otros ríos que navegan
como arterias insondables
en el cuerpo del Nilo celeste.
Y allí sentado en la raíz
de la curva del sol
perfecto en tus lágrimas
quisiste sollozar.’

No soy el funcionario
no soy el copista
no transcribo ni apunto
ni manuscribo ni compongo
ni cambio ni corrijo
ni redacto ni garabateo ni subrayo.
Los dioses de la mosca perturban
el plasma destilado de la siesta.
El dios de las ladillas
excava en las ingles
que ventiló el probable amor.
¿Cómo ser el escriba de conjuros
y anales y dictámenes
de cifras y tarjetas y folletos
para provecho del dios de los turistas
para lucro del dios de la banca global
para beneficio de los dioses de plástico
con todo su famélico poder?
Es pobre mi discurso
cuando la lengua canta
los tonos y las cosas que ensucian
los colores del mundo.
Pero no hay en mis rodillas
ni arena descompuesta
ni pétalos carcomidos
ni cenizas de incienso
ni polvos de ningún metal.
Estoy de pie y escucho
cómo caminan
las aguas sedientas
del Nilo celeste.

11

‘El halcón extiende las fronteras del aire
sus vuelos los golpes de cada pluma
son un viaje inacabado
que las golondrinas reciben con dolor.
Y la sutilísima libélula
con cualquier pico o cualquier uña
clavados en la espalda
muerde la cintura de las moscas del agua
cuyos restos como nervios herrumbrados caen
sobre las cinco pieles terrestres
aferradas todavía
a los trazos temblantes
de este pincel.
Debajo de las quemadas cáscaras del cielo
nadie termina de pintar
las telas blancas
ni de pulir la última sonrisa
de la estatua
ni de grabar los nombres y títulos
de cada señor del poder
en la última piedra
ni de llenar el frasco con la tinta sagrada
ni de completar a pura saliva
las enseñanzas llegadas de lo alto
ni de alzar la vasija o la botella
con su cerveza roja
ni de ajustar el remo o el motor
de la barca que nunca se cansa.
Y el trigo en las ollas tendrá
frío y calor en sus cuerpos fragmentados
y el humo quedará coagulándose
en los techos como un nuevo dios
de todas las hambres
y de todo lo corrupto.’

Nada escribiré según lo ya escrito:
no soy el que escribe sentado
en el lomo de una nave
arrancada de las vísceras
de árbol ninguno.
No me siento ni me acuclillo
ni me inclino
entre los muslos
del trono de nadie.
Nadie dirá que soy
‘un perro empobrecido’
por no saber ladrar
cuando sale la piedra amarilla
de su casa de sombras.
Soy escriba de pie
y ante mí:
escribiente cajista plumario
mecanógrafo reiterador calígrafo
sudatinta copiante pinturero.
Pero he tocado
a punta de mero hueso
la leche fluyente de la madre
y el padre de todos los ríos.
Y de pie en la orilla
donde el escarabajo enfría
su planeta de estiércol
levanto ojos y vidrios
y poros y pelos y gases y párpados:
porque huelo y escucho
las mugres del mundo
y me niego a llorar.

El Cairo/México DF, IX-XII 1998

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