Variaciones de los Cantares
Yo cantaré mi amor contigo a solas
que escuchas en el viento sosegado
sobre los vastos campos de amapolas,
pasando por los montes y collado,
soplando en las corolas encendidas,
acariciando el brote malogrado;
contigo en las veredas escondidas
donde vagan arroyos silenciosos
y están las azucenas florecidas;
contigo en los parajes nemorosos,
donde el cansado corazón se entrega
por los espesos cedros rumorosos
y sombra de dolor el alma niega;
por los ardientes valles dilatados
que el sol calienta, que la lluvia riega,
donde suenan los vientos derramados;
en caminos que suben desde el suelo,
rodeando los montes levantados,
hasta la faz clarísima del cielo;
contigo, Amor, entre las hojas de oro
donde toda la luz detiene el vuelo.
Allí tendré mi canto, allí mi lloro,
allí podré contarte mi desvelo
donde todas las aves forman coro.
*
No más la soledad aborrecida
que el corazón henchía de amargura,
no más dolerse de la paz perdida,
no más el ruido de la turba impura;
ya no en las noches el gemido triste,
el falso amigo, la compaña oscura
El corazón do entero te vertiste
tu camino forzando entre despojos,
y el duro sello de tu amor pusiste,
¿qué puede ya buscar sino tus ojos?
¿qué desear, sino morir contigo
por los caminos de tu sangre rojos?
Si no en ti, ¿dónde gozará de abrigo?
¿ni en qué ricos manjares tendrá halagos
más que en la hartura de tu pan de trigo?
Él cruzará los ondeantes lagos,
y llevándote asido dulcemente
buscará el seno de los montes vagos:
allí estará contigo tiernamente;
allí sabrá decirte que te ama;
se abrazará de ti, como la fuente
por cuyo rostro el cielo se derrama,
se abraza de ese cielo transparente
sobre su asiento de flexible lama.
*
Volvámonos, Amor, y semejante
al cervato en los bosques esparcidos
sobre las altas cumbres, vaga errante
(como vagan los pájaros perdidos,
de sus tiernos hijuelos olvidados,
en tu vuelo suavísimo mecidos).
Huye, Amor, sobre montes y collados;
yo esperaré tu paso, y entre tanto
buscaré los parajes más callados,
en soledad, para ensayar mi canto.
y tendida en praderas deleitosas
donde brota el romero y amaranto,
veré los días de oro, las graciosas
tardes, donde ya brillan los luceros,
y el giro de las noches luminosas.
¡Que vuele la canción por los oteros
y escuchen a la siesta los pastores
los gritos del deseo lastimeros;
y el Austro, desatado entre las flores,
recoja el canto claro y armonía
que responde a la voz de los amores.
Yo desearé tus besos como el día
y diré que tus pechos son mejores
que el vino, dador nuestro de alegría.