Sal a la liza envidiosa condena
Me arrojo de cabeza sobre tus pretiles
Me precipito al fondo
Dejo caer todo mi peso inerme
En el desprestigiado pozo en ruinas
De la nostalgia de imposibles ojos
No renuncio ya a nada
Todo lo que ha sido mío es mío
Todas mis agobiantes trashumancias
Perdido de avidez y de no pertenencia
Todo el metódico descorazonamiento
Mi sorda espera mi hosca delicadeza
Y este amor asfixiante de la vida
Que me impide vivir
Nada de eso está muerto
La prohibición no mata desfigura
Con todo ello hablo
Todo vuelve a ser mío si me atrevo
a no tomar en serio sus disfraces
A mencionar su amor contradiciendo al miedo
Lo proclamo en voz alta
La vida siempre ha estado ahí
Festejando a ojos vista
Entregada a sus dramas sin ningún disimulo
Impúdica impecablemente
No menos bella e imborrable
Cuando no me hace caso
Siempre he seguido siendo su mirón
Espiando su belleza mal tapada
Sus abrazos con otros sus dones prodigados
Su emocionante tenebrosidad
Su risa inapropiable sus sofocos
Su gracias de inspirada ineducable
Fascinadora apasionada e inconstante
Puta adorada
Indomable hechicera
La incorruptible que jamás se deja
imponer juramentos
Siempre fui su voyeur cuando no fui su amante
No es verdad que jamás la perdiese de vista
Nunca estuve de veras del lado de sus jueces
Sé que está aquí muy cerca ahora mismo
Sólo una frágil lámina de hielo amenazado
Me separa del viento de sus alas
Confesaré a qué sabe su ausencia
Más que a la amarga náusea de su olvido
Sabe el asombro de que fuese mía
Cuesta creer que fuese yo aquel mismo
Que medía la anchura del presente
Con las claras zancadas animosas
De los descubridores de islas vírgenes
Yo aquel que tuvo siempre
Todas sus barcas sin amarras
El que lo esperó todo del deseo
El que jamás regateó una hora
A las ensoñaciones manirrotas
El soñador incorruptible
El santo niño iluminado
Cantata a solas (38-Recitado) de Tomás Segovia
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