Oh qué dulzura.
qué extraña y admirable dulzura,
descender abrazados, desnudos, al fondo oscuro del río,
desnudos y abrazados para siempre,
y así, gozosos, líquidos, disolvernos en ondas,
en claras ondas plateadas, verdes…
Oh reflejar los almesos, los álamos,
copiar la desierta belleza de los molinos en ruinas,
sentir temblar sobre nuestras miradas transparentes
cuanto se desmaya en el aire;
la mañana, la luna, los pájaros, las nubes,
las barcas silenciosas, las torres amarillas…
Oh qué dulzura,
qué extraña y admirable dulzura,
sentirse acariciado largamente
por las inquietas imágenes temblorosas
de los seres que viven en la orilla del río…
Añadir un comentario