Canto de los sacerdotes de Noega de Pedro Luis Menéndez

A través de los astures fluye el río Melsos; un poco más lejos está la ciudad de Noega, y después, muy cerca de ella, un abra del océano que señala la separación entre los astures y los cántabros.
Estrabón

Entre el litoral de los astures se halla la ciudad de Noega y tres altares llamados Aras Sestianas, consagradas al nombre de Augusto, en una península cuya región, antes nada noble, recibe de ellos fama hoy día.
Pomponio Mela

Transido por la lluvia,
así enredado
en el oro mortal de los amantes,
inciensos y perfumes, escaleras
que van a dar al mar, eres
un hombre,
una cúpula sola
entre guarismos,
tu corazón bebióse
los tragos de la angustia
y el otoño,
pálida siempreviva, servidumbre
del cuerpo, eres hoguera
de tu alta ventana,
solo un hombre
encendido, solo un hombre,
la noche te descubre
en medio del cemento,
un llanto
sube,
feliz, sin ceremonias,
tomando de la mano a los instantes
que en la historia cuajaron,
nada queda,
y de pronto,
solícito, invencible,
un resplandor de yemas y de pechos
en el ara te habita, te posee,
toma de ti las gotas
de sudor y esmeraldas
que tu frente produce
para
crear un himno
destinado a los cielos, una música
viva, total, desenlazada
de todo lo terrestre, solo nota,
tan ciega
profundidad de abismo
como la pura luz, el gris
acero de las calles oscuras,
alba blanca, poderosa se mece,
huele a olvido
en la triste amplitud de las mareas,
perfumes, inciensos y escaleras
que van a dar al mar,
eres un hombre,
un hombre de Noega,
elegido en los días de las largas batallas,
tu piel es de cristal,
tu sombra humo
que al enemigo prende
en su tristeza,
solo un hombre,
tan solo un solo hombre,
qué hermosura de lirios y montañas,
tu corazón bebióse los tragos
de la angustia y ya lo eterno
desciende sobre ti, eres espuma,
venerado, elegido
en los días larguísimos
de las largas batallas,
vuelve ahora
que tu pueblo ha caído
al fondo del silencio
como una nube densa
de traición y engaño, vuelve
ahora y repite
la hazaña de aquel tiempo,
la aventura de entonces,
vuelve ahora y apaga
los extranjeros cánticos
que habitan en nosotros,
sea así tu deseo nuestra perfecta
ley,
la ley de nuestra arena, la ley,
al fin, de nuestra tierra nuestra,
no la tierra de aquellos
que injuriaron, violaron,
destruyeron
la vida nacida en nuestros ojos,
no la tierra de aquellos que robaron
por siempre la alegría y el viento,
vuelve ahora a Noega,
eres
un hombre solo, mas un hombre
encendido, la noche te descubre,
un llanto sube, feliz, sin ceremonias,
tomando de la mano a los instantes
que en la historia volvieron, mientras
el mar recoge las redes de tu andar.

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