Aquí, vagando del umbral en torno,
la lluvia y la tormenta invoco en vano,
para que la retenga en mi morada.
Bramaba el huracán en la floresta
y el trueno retumbaba entre las nubes,
antes que el alba iluminase el cielo.
¡Oh amadas nubes, cielo, tierra, plantas!,
parte mi amor: piedad, si en este mundo
piedad existe para un triste amante.
¡Despierta, torbellino, y trata ahora
de envolverme, oh turbión, hasta el momento
que en otra tierra el sol renueve el día!
Se aclara el cielo, cesa el viento, duermen
las hojas y la yerba, y, deslumbrado,
de llanto el crudo sol llena mis ojos.
Versión de Diego Navarro
Añadir un comentario