¡Ah, si volvieras!… ¡Cómo te extrañan mis hermanos!
La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa
muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa
que todo lo sabías hacer con esas manos…!
El menor de los chicos, ¡pobrecito!, te llama
recordándote siempre lo que le prometieras,
para que le des algo… Y a veces -¡si lo oyeras!-
para que como entonces le prepares la cama.
¡Como entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,
en la casita nuestra todo el mundo anda triste!
y temo que los viejos enfermen, ¡pobres viejos!
Mi madre disimula, pero a escondidas llora
con el supersticioso temor de verte lejos…
Caperucita roja, ¿dónde estarás ahora?
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