Deja en paz el día, no, no lo cojas.
Reniega de la luz que nos falsea,
del tiempo que se desprende la piel
reptando como sierpe contra el tiempo.
Sea la claridad de esta mañana
la irradiación oscura de la noche,
que descienda con la llovizna el recuerdo
como el polvo dorado de una sombra.
Si todo ha de cumplirse, si fugaz
el soplo de la brisa en el instante,
que el instante nos brinde permanencia.
Acaso un dios distinto se conduela
y en el dulce fulgor de la penumbra
otra noche nos dé de contrabando.
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