A fuerza de exclusiones
te quedaba cuanto tú podías
apretar en las manos: y era
de quien lo comprendía. Te he seguido
varias veces sin que lo supieras. Varias veces
he andado la calle Cecilia Rittmeyer
en la que había conocido a tu vieja madre,
comprobado de visu terrible amor.
Quedaba del padre una bigotera y una
biblia evangélica, tal vez. He explorado
tu pléyade de amigos, los que fueron objeto
de tus experiencias más o menos fallidas
en la creación o destrucción de felicidad conyugal.
Eran tus primeros amigos, otros
vinieron luego que nunca he conocido.
Así se hizo de ti una leyenda
superficial y vana. Dicen
que eres un maestro no escuchado, tú
que a demasiados maestros escuchaste
y no has desconfiado de ellos. Confesor
inconfesado no podías dar nada
a quien ya no estuviese en tu camino.
A tu manera has triunfado, incluso si han perdido
todo los oyentes. Ahora, con esta carta
que no podrás leer jamás, te digo
adiós y no aufwiedersehen y esto
en una lengua que no amabas, falta
como está de Stimmung.
Versión de José Ángel Valente