Ella se niega mientras él insiste;
fogoso el amador, tenaz la bella,
en jiras el jubón de la doncella
la lucha apenas del amor resiste.
Casta no cede; pero mira triste
de aquel retozo la patente huella,
y con falsos lamentos se querella
y de astucia y de brío se reviste.
Por escapar de los robustos brazos,
de un empellón, cual víctima inmolada,
rueda el cántaro al fin hecho pedazos…
Queda atónito él, ella pasmada;
mas pasa el susto y vuelven los abrazos
tras una estrepitosa carcajada…
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