Celebraciones de Eduardo Mitre

Unimos una puerta, una ventana
y cuatro pensativos
y ya tenemos un cuarto.
Un cuarto es sin duda el sitio
donde mejor se oye llover.
Las tres revelaciones del cuarto:
un fantasma, una araña, la mujer.
La que a la mesa nada dijo
se lo dice con lágrimas al cuarto.
Tu cuarto es más íntimo que tu pasado.
En el bosque los nidos
y en la ciudad los cuartos.

*

Alta decidora de presencias.
Cría por los pasillos
orejas que súbitamente vuelan.
La soledad transparenta su verde corazón.
Se estremece en el viento
como nosotros en el temor.
Como nosotros, es una frontera
(pues entre vida y muerte, odio y amor,
¿qué somos nosotros sino una frontera?).
Sí y no, como nosotros: la puerta.

*

No echa raíces como el armario
la silla que sólo se posa corno los pájaros.
La silla era un ave de ala portátil
y vuelo escaso (sobre los hombros en fiesta
pasaba la silla como una cigüeña).
Con viento y papeles es ya palomar.
En los velorios nadie alivia más que la silla.
Encapucha con una camisa
amanece la silla.
Tarántula erguida en la penumbra la silla.
La silla espirita junto a la mesa.
Como el poema, la silla es un atado de líneas.
La silla sostiene al que escribe estas líneas.

*

A mis hermanos

La mesa bajo el poema sobre la mesa.
No se encabrita como la silla
que a veces cocea.
Mansa como la oveja la mesa.
En la mesa se encuentran el higo y el pez.
Como al principio sus senos
la madre después la mesa.
Dos veces al día doblaban las voces
llamando a la mesa.
El pan, el caldo, el choclo,
se recibía en la mesa.
Crecer fue faltar poco a poco a la mesa.
Y se fue, como un astro, apagando la mesa.

*

Igualita que la nuca del bebé que se bautiza
bajo el agua de la pila: la lechuga.
En el pecho, más tranquila que el conejo, se acurruca.
En la mesa se reparte como en besos al final la bailarina.
Si trituran a la papa, a la lechuga descuartizan.
Un bostezo indica exactamente por dónde se fue la lechuga.
Más que a Dios, gracias a la G, la lechuga no es lechuza.

*

Sin los caprichos del agua
ni la brusquedad de la sangre
fluye el vino.
Líquido escapulario contra el desánimo
el vino es algo que nos sucede:
Una ¿lanza de palabras o una danza,
un estar entrañablemente compartido.
Con el vino la noche es un alcázar
y charlar una antigua felicidad.
Maternal es la leche, y el vino: fraternal.

*

No cuatro patas como el camello sino
cuatro patas como el gamo tiene el perro.
Y una sola cabeza
y no dos o tres caras como su amo
(el Cancerbero es una típica
deformación humana del perro).
Por el bosque salta el perro
persiguiendo mariposas, el poema motivando.
A su nombre, arrojado como un hueso, se detiene
y, culebreándole la cola,
la confianza le establece paz en las orejas.
Conducidos por el perro, el amo y el poema sobre el perro
se internan sabiamente en el silencio.

*

Ondulante como el lomo de silencio
que la flauta ahora mismo ondula.
Recorrido -más que visto- largo oscuro
y al final: dos faros amarillos.
Familiar como el perro
pero siempre extraño.

Ausente de público mármol
-no épico como el caballo-
orquestó sin embargo los delirios
del huérfano de Baltimore.
Vaporoso a la memoria y fatal a la botella
al pasar por el armario.
Y en la mesa ahora (¿desde cuándo?)
silencioso como luna: el gato.

*

Eso, en el valle a lo lejos, no es una cabaña.
Eso, en el valle a lo lejos, es la vaca.
Paz forrada de viento: la vaca.
Agua y nieve el cielo
y la vaca: leche y queso.
La vaca está comiendo para eso.
Ajena al tiempo
y a lo que pienso de la vaca,
está la vaca.

*

Una misma fluidez por la llanura: el río y él.
Negro bajo las nubes que lo figuran: él.
Sangre en el viento: caballo él.

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