No penséis en la ausencia,
en el espacio blanco:
el aire
tan sólo transmisor, tan sólo nube,
oculta malla que responde al nombre
de las cosas.
Pensad en la cautela de Odiseo
desde el mástil central en que os halláis sujetos,
ya que sus cantos (los cantos de esas voces)
son vuestros propios cantos
contra vosotros mismos destinados.
Pensad que en vuestro lecho
desprovisto de nombres y sonidos
ha de haber siempre una mujer desnuda.
Y así quizás os baste,
habréis de hallar así la fuerza oculta
de un discurso vacío,
ausente de palabras y de historia.
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