Estuve en Chiloé junto a la primavera.
(Sería otoño en España.)
Humedad olorosa,
praderas solitarias.
Recuperé de pronto tiempo y tierra.
(Tiempo perdido, tierra derrotada.)
El mar mordía los acantilados
con sus dientes de espuma verde y blanca.
Veía el Norte en el Sur.
¡Espejismo de rostros y de muros
iluminados con palabras
puras: libertad, compañeros!
(Y en el fondo, con nieve, las montañas.)
¿De dónde regresaba todo aquello?
Surgidos de la bruma
—¿era ayer o mañana?—
albatros quietos, levitando arriba,
serenaban el aire con sus extensas alas.
Todo encalló en un tiempo amargo y sucio.
Ahora,
asomando sobre las aguas,
la arboladura rota de esos días
tan sólo exhibe buitres en sus jarcias
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