Con el alma en rastras.
Con este ángel custodio de la conciencia
aún borracho y maldiciente.
Despertar
sin la certeza de cuándo se largaron los sentidos
ni cuándo llegó finalmente el sueño.
Con el cuerpo lastimado en sus cinco puntos cardinales.
Con este miedo que reaparece
donde el viento apenas percibido
entre las hojas de un chinese.
Afuera están los aprendices de lo eterno.
Sólo el cielo azul y el canto de un pájaro.
Me limpio con las preguntas más elementales
y encuentro sangre.
He vuelto y las cosas están en su sitio.
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