Con qué cara llorar en el teatro
César Vallejo
Como gotas de sangre los frutos de las moreras
pesan
y las doblan hacia el cristal.
Es fruta en sazón oyendo pájaros
que a su vez oye disparos.
¿Es al muestrario de tus decepciones
donde cae un mirlo, blanco o negro,
cada dos o tres minutos?
Esos cortejos de bailarines
al tanto por ciento de un abismo.
¿En uno de cada cuántos brotes
atosiga un presagio de tijeras?
Esas yemas, ignoradas por la escarcha,
nominadas por el pulso eléctrico de los cintos.
Será porque ya ha llegado
el tiempo del orfelinato,
por lo que yo no puedo recordar
sin pértiga de salto a los espejos.
Será por tamaño olvido de almacén
entregado a los cuatro vientos,
por lo que una y otra vez insisto
si tanta destrucción no ha de alcanzarnos.
También me pregunto, cholo cesar,
si a estas alturas, tan repleta el alma
y los cultivos
de minas desperdigadas,
el asombro será lícito.