XIX
Con ecos de casa vacía
resuena tu nombre
y se pierde
en el laberinto de mi lengua.
Desde este túnel
donde aún busco mi muerte
-madre-
de nuevo me atas
al iluminado árbol de la vida,
aunque tú y yo sabemos
que un ataúd espera
por mi rostro sin máscaras,
mi cuerpo desnudo,
mi corazón de polvo.
Añadir un comentario