A Luis Fracchia
Una mujer piadosa e iletrada;
vivió en un mundo dulce y venturoso,
tuvo un rancho, unos hijos, un esposo,
fue una vida pequeña y ordenada.
Nadie supo que en la aparente calma
de su hogar el Espíritu moraba,
que el amor de Jesús la devoraba
y vulneraba su quietud de alma.
Sólo el padre Rougier supo en secreto
que ese fuego interior, arduo y discreto,
era la confidencia misteriosa
del dolor de la cruz y su agonía.
Nos legó una orden religiosa
y una vasta y profunda teología.
Añadir un comentario