Primavera
Allegro
I
Ojalá que te bebas mis sueños,
que mi nombre se extienda por todo tu cuerpo.
Que me pierda en tu piel de aceituna
en las lentas horas de abril y de luna.
Ojalá a mi cintura
se amarre la cinta de tu sangre oscura.
Y que por tus labios
húmedos y sabios
transiten mis besos de óxido y de llanto.
Ojalá que asciendas
por mi sangre enhiesta
con la fiebre izada como una bandera.
Aunque luego huyas.
Aunque nunca vuelvas.
Aunque se haga negra
esta primavera.
Aunque yo me muera.
II
Se ha subvertido el orden,
la ley, lo establecido…
Las lágrimas son cifra de un gozo innominado,
el silencio es intenso mensaje estremecido,
lo que ayer importaba
ahora parece ínfimo,
el sosiego hace daño,
el placer es gemido…
Nos corona la noche de dalias y de mirto.
III
En esta amanecida inaugural y áurea
un ángel con melena llega de los pinares;
lo acerca nuestro aliento de besos y de mares
hasta el lecho de hierba donde el amor se instaura.
Nos contempla y sonríe, nos envuelve en su aura
de acuática armonía, de luz y pleamares,
anudados, febriles, confundidos, impares,
exhaustos en un ansia que la noche restaura.
Génesis de la vida súbitamente abierta
en tu carne y mi carne, en mi surco y tu arado,
invasión consentida de mi huerto sellado,
luminosa lanzada rasgando mi cintura,
muerte que siembra vida, vida que se inaugura.
Paraíso cerrado que nos abre su puerta.
* * *
Verano
Vivace
I
Tan alta era, tan alta,
la torre de tu cuerpo.
Y tan honda, tan honda,
mi raíz de misterio.
Yo no acerté a escalarla.
Tú no bajaste al fondo
profundo del deseo.
(Primavera lloraba
soledad a lo lejos)
Se levantó la noche
desde un mar de silencio.
II
Qué fulgor derramado esta luna de cera,
qué imparable este río
de mis venas abiertas
vertiéndose incesante en tu mar sin orillas.
Qué raudal de agonía
desatinada y plena,
de mi boca a tu boca,
de mi mar a tu arena.
Qué deslumbrante herida,
qué llama inapagada,
qué dulce y ardua furia de vientos anudados,
qué tierna la derrota despues de la batalla…
* * *
Otoño
Adagio
¿Qué estoy haciendo ahora,
varada en mi ventana,
mientras un nuevo otoño incendia los pinares
y derrama en mi mesa
su dulce llamarada?
(Y tu piel allá lejos,
y tu boca temprana)
¿Y por qué este inventario
de ardores y de inviernos,
de la sed y del agua?
(Y tu risa perfecta.
Y tu boca lejana…)
II
En la soledad espesa de esta noche de octubre
una puerta se abre…
Tal vez sea sólo el viento.
Seguramente, nadie.
Tal vez sólo la lluvia,
penetrante y cercana,
con sus húmedos dedos llamando en mis cristales.
Tal vez sólo el crujido
con que se ensaña el tiempo
sobre la piel opaca de las fotografías
Tal vez nunca se abra
la puerta del deseo.
Mas tal vez esta noche
de octubre suntuoso
se produzca el milagro.
(Y ni yo sé decir
el milagro que espero…)
* * *
Invierno
Andante
Contemplo atentamente
mi rostro en el espejo,
y me asombro de súbito ante esta boca ávida
y ante el largo relámpago
de estos ojos famélicos.
Lo que miro en mi rostro
varado en el espejo
es sobre todo el hambre.