El día,
está tan bello
que no puede mentir:
comemos de su luz nuestro pan de verdad.
Su cuerpo se desciñe
y se tiende y se ofrece.
Esta dicha no engaña: nada quiere.
Di: ¿no es más fuerte
que nuestro amor altivo de la muerte
esta sencilla gracia equilibrada
que nada
ejerce?
Pero cuánto pavor,
violenta alma mediata,
te infunde todavía esa burlona voz
que a solas te susurra «estás salvada».
No, no,
tu destino ni ha muerto ni es tu esclavo.
Soberbia y Miedo, confesad:
la vida toda fue verdad.
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