Para mi amor yo quiero cada día
el pan sin odio, el vino sin pesares.
La voz cordial. La vida sin azares
y si se puede un poco de alegría.
Unos tuvieron el amor que pasa.
Otros tuvieron el amor que dura.
Yo tuve la canción. Sed y ternura.
(Pero quién por sus dones se solaza?)
Yo traía mi tiempo. El tiempo mío,
con atávicos sueños realizado.
y de él el corazón me fue colmado
como a un golfo de amor un mar sombrío.
Ni un minuto le queda al calendario
de lo que pudo ser y no fue nunca.
Mi historia en el pasar se queda trunca
y trunco queda el tiempo del himnario.
Transito por la pávida ceniza
que otros dejaron porque yo viviera.
He sido nada más una extranjera
asomada al desdén de la sonrisa.
Quise vivir mi vida en cada hora
exactamente, sin mayor alarde
y dije: ya me voy porque es muy tarde
y en ese instante despuntó la aurora.
El aire no alcanzó para mi aliento
de agraz ternura. Campo renadío.
Pues yo he vivido como vive el río
con limo, con estrella, con lamento.
Cómo volver el rostro de este olvido
que la lámpara anuncia sin recelo.
Si en cada atardecer fui contra el cielo
y contra el viento las palabras mido?
No disculpo mi nombre ni mi frente.
No me hago perdonar esta presencia.
Mi rostro es nada más el de la ausencia
y mi ausencia es mi rostro solamente.
Sin permiso de nadie, pienso y vivo
y paso por la vida que pasaba.
La vida no me pesa y me pesaba
con su juego pesado y agresivo.
Inauguro el instante en acto puro
con el oscuro cotidiano esfuerzo.
El verso no es trabajo pero es verso.
Vivir no es necesario y es muy duro.
Bajo la luz del sol, fiera y filante
-la que mide mi tiempo con cuidado-
yo voy pasando sin haber pasado
pues no pasa el pasado en un instante.